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NO PARABA DE LLOVER
Me contaron los del mercado que arriba,
en el número 23,
vive una mujer con balcones rotos y jirones en la piel,
y los ojos color miel.
Y en los dÃas de lluvia,
sale a pasear hasta el banco que queda donde la estación de tren.
Y allà canta canciones para quien quiera escuchar.
La nostalgia que trajo desde su hogar,
y la historia de una vieja manta que se olvidó en aquel cajón del aparador.
Que ocupaba la pared donde colgaban las fotos
que no pudo recoger cuando tuvo que salir,
aquel dÃa que no paraba de llover.
Y en el banco que queda donde la estación de tren,
ella canta canciones para quien quiera escuchar.
Me contaron los del mercado que han puesto flores en el balcón
por los hijos que ella perdió,
porque no tuvo tiempo de quedarse haciendo el amor.
Alguien se lo llevó,
ni una triste rosa le dejó.
Y en el banco que queda donde la estación de tren,
ella canta canciones para quien quiera escuchar.
La nostalgia que trajo desde su hogar,
y la historia de una vieja manta que se olvidó en aquel cajón del aparador, aquel dÃa que no paraba de llover.
Me contaron los del mercado que arriba,
en el número 23,
vive una mujer con balcones rotos y jirones en la piel,
y los ojos color miel.
Y en los dÃas de lluvia,
sale a pasear hasta el banco que queda donde la estación de tren.
Y allà canta canciones para quien quiera escuchar.
La nostalgia que trajo desde su hogar,
y la historia de una vieja manta que se olvidó en aquel cajón del aparador.
Que ocupaba la pared donde colgaban las fotos
que no pudo recoger cuando tuvo que salir,
aquel dÃa que no paraba de llover.
Y en el banco que queda donde la estación de tren,
ella canta canciones para quien quiera escuchar.
Me contaron los del mercado que han puesto flores en el balcón
por los hijos que ella perdió,
porque no tuvo tiempo de quedarse haciendo el amor.
Alguien se lo llevó,
ni una triste rosa le dejó.
Y en el banco que queda donde la estación de tren,
ella canta canciones para quien quiera escuchar.
La nostalgia que trajo desde su hogar,
y la historia de una vieja manta que se olvidó en aquel cajón del aparador, aquel dÃa que no paraba de llover.
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